miércoles, 10 de septiembre de 2008

Todos los bordes se vuelven mutantes

Pequeña reflexión extraída de Gerardo Mosquera

La frontera es uno de los grandes temas del momento. La globalización, las migraciones, la caída de los muros y la erección de otros nuevos, los cambios en los mapas, las transterritorializaciones de todo tipo, han problematizado la noción misma de frontera. Resulta elocuente que ella es pensada hoy más como comunicación y porosidad que como pared de contención. Se habla de cultura de la frontera en términos de ósmosis. Cruzar fronteras físicas y mentales es hoy la norma.

La frontera y su cultura han devenido paradigma de los procesos de apropiación, resignificación, transterritorialización e hibridación cultural propios de nuestros días. Artistas como Guillermo Gómez Peña han establecido la cultura fronteriza como núcleo tropológico de sus obras, proyectándola a manera de alegoría de la posmodernidad, la globalización y sus eclecticismos pluriculturales.

Pero aquellos paradigmas corren el riesgo de convertirse en un relato de armonización de lo diverso, aplanando contradicciones y enmascarando enfrentamientos de intereses. Categorías clave como "apropiación", "postcolonial", "descentramiento", "sincretismo", "rearticulación", "negociación", "comunidad", "desterritorialización" y "transculturación" tienden a usarse en forma demasiado afirmativa, sin suficiente crítica hacia ellas mismas.

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